9.03.2025

Dubrovnik

 

Dubrovnik

Dubrovnik, fundada en el siglo VII bajo el nombre de Ragusa, es hoy Patrimonio de la Humanidad. Recorrerla es una experiencia fascinante: cada rincón parece contar una historia.


Llegamos a Dubrovnik con el sol cayendo sobre las murallas. El rumor del Adriático envolvía cada paso, y la ciudad parecía hablarme en susurros de piedra.




Los orígenes de Ragusa se remontan a tiempos de migraciones y refugios costeros. A lo largo de los siglos, la ciudad ha resistido el dominio de Venecia y otras potencias, conservando su identidad y autonomía.



En 1991, tras la declaración de independencia de Croacia, Dubrovnik sufrió uno de los episodios más oscuros de su historia. Las fuerzas serbias y montenegrinas atacaron duramente la ciudad, provocando un asedio de seis meses. Los bombardeos destruyeron edificios históricos y causaron la muerte de numerosos civiles. A pesar de ello, Dubrovnik renació con fuerza, restaurando su patrimonio y reafirmando su lugar como “la Perla del Adriático”.

 


Murallas de Dubrovnik

El casco antiguo, ubicado en el corazón de la ciudad, está rodeado por imponentes murallas medievales. Recorrerlas exige algo de esfuerzo físico: subir, bajar, trepar... pero la vista compensa cada paso. Desde lo alto, el mar Adriático se despliega en todo su esplendor, y la ciudad parece una maqueta viva de piedra, historia y luz.

Desde una abertura en la muralla, la ciudad se despliega como un secreto antiguo: tejados encendidos, calles que serpentean y el mar al fondo acariciado por el sol. 

Dentro del casco antiguo se encuentra el Museo de Historia Cultural, ubicado en el Palacio del Rector, una elegante construcción de estilo gótico. Allí se exhiben obras de arte, armas, documentos y fotografías que narran la evolución de la ciudad.

Este entorno también fue escenario de la serie Game of Thrones, lo que ha atraído a miles de visitantes en busca de los paisajes que dieron vida a Desembarco del Rey. La calle peatonal Stradun, arteria principal del casco antiguo, está flanqueada por tiendas de recuerdos, moda local, restaurantes de mariscos y cafés que invitan a detenerse y observar.

 

Plaza Luža

En el corazón del casco antiguo se abre la Plaza Luža, presidida por la icónica Torre del Reloj. Allí se encuentran el Palacio Sponza, con su elegante fachada renacentista, y la Columna de Rolando, símbolo de la libertad y la justicia medieval.

 

Catedral de Dubrovnik

Una joya arquitectónica que alberga obras de artistas croatas, italianos y flamencos. Su interior sorprende por la sobriedad y el detalle, y es uno de los espacios más serenos de la ciudad.


 

Fuente de Onofrio

Ubicada en la entrada del casco antiguo, esta fuente monumental da la bienvenida al visitante con su diseño circular y su historia ligada al sistema de acueductos medievales. Es punto de encuentro, descanso y fotografía.

Más allá de los monumentos

Dubrovnik también invita a disfrutar del verano en sus playas, que bordean el Adriático con aguas cristalinas y vistas inolvidables.

Una excursión imperdible es el paseo en barco hacia la isla de Lokrum, visible desde las murallas. En pocos minutos se llega a este refugio natural, ideal para caminar entre pinos, visitar el antiguo monasterio o simplemente contemplar el horizonte.

Gracias al fenómeno global de Game of Thrones, Dubrovnik ha recibido en los últimos años a miles de fans que buscan revivir escenas de la serie en sus escenarios originales. Pero más allá de la ficción, la ciudad sigue siendo un testimonio vivo de resistencia, belleza y memoria.

                                                     El abrazo del muro

Esta casa, perdida en una calle sin nombre, guarda historias, desde el suelo una raíz antigua, trepa el muro y extiende sus brazos hacia el balcón.



El puente se extiende como una línea de intención sobre el agua. No hay prisa, solo horizonte. Me dejo llevar por la idea de que todo viaje es también un puente entre lo que fuimos y lo que estamos por descubrir.

                                               

La ciudad se revela como un secreto bien guardado entre rocas y tejados.
Desde lo alto, el mar la rodea como si la protegiera, y las murallas, aún erguidas, parecen contener siglos de historias que no se han dicho del todo.



Donde la piedra recuerda y la vida insiste.

La fortaleza histórica se ve ante la fragilidad persistente de la naturaleza. 



Hotel, alejado del centro. Muy bueno, con bus cercano para trasladarse, sin probemas. 



 “Travesía entre ciudades, travesía interior”

“Zagreb me enseñó a escuchar el silencio de las plazas. Split, a leer el tiempo en las fachadas. Dubrovnik, a aceptar que el viaje más profundo no es el que se hace con los pies, sino con la memoria. Esta trilogía no es solo un recorrido por ciudades, sino por las formas en que me habito cuando viajo.”


A veces, los lugares más estrechos contienen las memorias más amplias. Este callejón, con sus escalones irregulares y sus muros de piedra gastados, me recuerda que el viaje no siempre se mide en horizontes abiertos, sino en ascensos silenciosos. Cada peldaño, marcado por el paso del tiempo, parece susurrar historias de quienes lo han recorrido antes—vecinos, viajeros, soñadores.

Croacia nos ofreció costas, plazas, y voces. Pero también nos regaló estos silencios de piedra, donde aprendí que el viaje más profundo es el que nos obliga a mirar hacia adentro mientras subimos.

PD:

“Dubrovnik nos enseñó a escuchar el silencio de la piedra. Estambul nos invitó a descifrar el rumor del mármol. Entre ambas ciudades, el viaje se volvió rito: dejamos atrás la contención del Adriático para abrazar la exuberancia del Bósforo. Y en ese cruce, algo en nosotros también se transformó.”

Antes de dejar Croacia atrás, vale la pena detenerse en lo que hizo que el viaje fuera tan fluido como memorable. Tuvimos la suerte de contar con una guía excepcional, cuya historia familiar—abuelos croatas—le daba al relato una calidez que no se aprende en los libros. Croacia nos recibió con seguridad y tranquilidad: incluso en las ciudades más turísticas, la sensación de cuidado era constante. Los hoteles en Split, Zagrev y Dubrovnik, fueron cómodos, bien ubicados y con ese toque de hospitalidad que hace que uno se sienta más viajero que turista. El micro que nos transportó por la costa dálmata fue cómodo, limpio y silencioso. El idioma… el croata, con sus siete casos gramaticales y sonidos imposibles como ‘č’ y ‘ž’, nos recordó que hay lenguas que se escuchan más con el corazón que con el oído. A veces bastaba una sonrisa, un gesto, o el esfuerzo de decir ‘hvala’ para que la conexión se hiciera real. Así, con la mochila llena de memorias y la certeza de que aún nos quedaban rincones por descubrir, emprendimos el cruce hacia Estambul.

Viajamos con la organización desde La Plata con Oggiono. Siempre una garantía.


No hay comentarios:

La Biblioteca de Celso

  Hacia la Biblioteca de Celso El sendero de mármol Luego de mucho andar, llegamos a un gran camino donde nuestros pies se posaban sobre m...