Hacia la Biblioteca de Celso
El sendero de mármol
Luego de mucho andar, llegamos a un gran camino, donde
nuestros pies se posaban sobre mármoles antiguos. Un sendero sin demasiadas
certezas, apenas intuiciones.

Las columnas caídas, los frisos desgastados, ya no nos dicen nada: solo signos, fragmentos....gestos detenidos.
La arquitectura que vemos aquí —con sus columnas corintias, frisos esculpidos y la mezcla de piedra restaurada y original— está detenida en el tiempo.
No hay voz.
No hay inscripción que nos guíe.
Y entonces....el silencio.
Preguntas al saber
Ese tránsito —hecho de piedra, de viento, de preguntas— nos
llevó finalmente a la Biblioteca de Celso.
Y al verla, pensé en los sabios que la habitaron.
¿Qué habrían hecho ellos con este poder que hoy llevamos en
la mano?
¿Qué habrían escrito, compartido, tejido, si el saber no se deslizara en rollos, sino en redes invisibles?

Que los sabios no solo leían, estudiaban, investigaban, sino que se deslizaban por pasadizos ocultos.
Hoy lo contamos con sorna: guías que repiten la historia, turistas que después de tanto andar, reciben alegremente estos "secretos".
Pero algo en ese relato —aunque improbable— nos sigue preguntando:
¿Dónde se guarda lo que no puede decirse?
¿Y quién decide qué saber merece el silencio?
Después del mármol, el ruido.
Un 1° de mayo, día cargado de significación histórica y política, regresábamos a Estambul El guía, visiblemente preocupado, intercambiaba frases con el conductor —hábil, responsable— mientras mantenía activo su celular.
Las miradas entre ambos eran constantes.
Finalmente, una información:
- “No podremos dejarlos en
el hotel. Es una zona a la cual se nos impide ingresar.” -
La plaza Taksim es un lugar de enorme peso simbólico para los movimientos sociales.
Allí se reúnen trabajadores y ciudadanos para protestar, manifestar, celebrar. Nuestro hotel estaba muy cerca de esa plaza.
El bus se detuvo en una avenida. Bajamos las valijas y comenzamos a trepar por calles empinadas, de piedra.
El guía, por ser ciudadano turco, no podía ingresar a la zona vallada.
Policías inmensos bloqueaban el paso.
No importaba que fuésemos turistas: pedían reservas, comprobantes de estadía, documentos.
Alguien del grupo logró entregar lo que solicitaban. Pudimos ingresar.
No era cerca. Muchos no podían con sus valijas.
Seguimos trepando, con cansancio, con algo de temor. Ignorábamos
realmente lo que estaba ocurriendo.
Allí surgió la
solidaridad.
Finalmente, arribamos al
hotel desde donde habíamos partido días atrás.
Estambul, entre la plegaria y la barricada
El silencio en las mezquitas.
Y el bullicio, también, en las calles de Estambul, como un contrapunto necesario.
Nos vamos.
La imagen que acompaña este cierre no me pertenece, pero me impactó profundamente.
Dice algo que no sé si podría decir con palabras:
Es una creación generada por inteligencia artificial, y sin embargo, algo en ella me habló.
La comparto como estación visual, como epígrafe silencioso de esta despedida que también es tránsito.




















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